martes, 3 de septiembre de 2013

Con la misma justificación con que invadió Irak, el imperialismo norteamericano está listo para atacar a Siria


Barak Obama y sus secuaces de Inglaterra y Francia, seguidos por Turquía y las petro-monarquías del Golfo y respaldados por Israel, tienen todo listo para atacar a Siria. Su vicepresidente, John Kerry, ha declarado que “las pruebas de Naciones Unidas son importantes, pero no necesarias para nosotros”. El ministro de relaciones británico, William Hague ya había adelantado esa burda justificación señalando que “hay un clamor legítimo, y para ejecutarlo no es necesario contar con el Consejo de Seguridad”. Antes de ellos el presidente de Francia, François Hollande, se había unido al “clamor” reclamando la intervención armada en Siria.
En consecuencia la canalla de la OTAN, en complicidad con los regímenes más reaccionarios de Oriente Medio, se dispone a consumar la misma hazaña que años atrás realizó en Yugoslavia, Irak, Afganistán y Libia.
¿Qué consistencia tienen las acusaciones contra el gobierno del presidente Al Assad, acusado de utilizar armas químicas contra sus opositores? La arrogante declaración de que para atacar a Siria no son necesarias las supuestas pruebas que investigan los inspectores de Naciones Unidas, son la evidencia del cinismo con que el imperialismo declara su derecho exclusivo a juzgar moralmente y sancionar militarmente toda desviación del orden mundial establecido. Ese derecho ha sido reconocido monocordemente, una vez más, por las agencias informativas y la gran prensa de los países imperialistas, y hecho suyo con toda naturaleza por el periodismo domesticado de la periferia. En este punto confluye, asimismo, un sector colonizado de la izquierda, que asegura ver en Siria la “revolución” que anteriormente había proclamado en Libia, cuando las bombas de la OTAN destruían el país y sumían a la población en el horror y la tragedia.
Sin embargo, los interrogantes que la prensa canalla no se formula siguen ahí. ¿Por qué el régimen de Al Asaad decidió utilizar armas químicas justo en el momento en que los inspectores de la ONU estaban por arribar al país para investigar una acusación similar que el gobierno había lanzado contra los rebeldes, y que Carla del Ponte, integrante de la comisión de Naciones Unidas que investiga crímenes de guerra, había convalidado, asegurando disponer de testimonios de la utilización de gas sarin en marzo pasado, no por el gobierno, sino por sus opositores? ¿Por qué el Ejército sirio hizo uso de armamento prohibido cuando tras la intervención de las milicias de Hezbollah y el refuerzo del apoyo iraní, habían inclinado a su favor el balance bélico del conflicto? ¿Por qué apelar a armas químicas, que precipitarían la condena mundial, si tenía a su disposición un margen de poderío aéreo sin utilizar, más efectivo que esa armas?
Nada de esto constituye interrogantes válidos para Al Arabiya, agencia creada por la familia real saudí, origen de la información sobre el número de muertos, multiplicados luego por USA Today y por la cadena de Murdoch y, desde luego, “confirmada” por los pulpos informativos en todo el mundo.
En Siria se está librando una guerra que excede con mucho la calificación de guerra civil, y cuya naturaleza está determinada por una marcada intervención extranjera. Tiempo atrás el ex secretario de Estado, Henry Kissinger, desmintió a la prensa imperialista asegurando que en Siria no se estaba librando un conflicto entre democracia y dictadura, sino una “guerra civil” entre grupos sectarios, pronosticando que su resultado sería la fragmentación del país. La verdad es que en Siria, además del Ejército Libre de Siria, hay más de 6000 combatientes jihadistas extranjeros, cuyo núcleo duro está constituido por el frente al-Nusra, asociado a Al Qaida, apoyado con fondos y armas por Turquía, Arabia Saudita y Qatar, detrás de cuyos regímenes están Washington, Londres y París.
El propósito del bloque de países imperialistas y de sus socios regionales es el derrocamiento del gobierno de Al Assad y la liquidación de todo vestigio de soberanía nacional, incluso al precio de generar una situación incontrolable como en Libia. Desde una perspectiva más general, la ofensiva apunta a la destrucción del eje Siria-Irán-Hezbollah, línea antiimperialista de importancia decisiva para el sostenimiento de un equilibrio altamente inestable en la región, tras la crisis y el golpe de Estado en Egipto.
En el fondo, ha sido la imposibilidad del Ejército Libre Sirio y de los terroristas asociados a Al Qaida, de imponerse en el campo de batalla, lo que ha decidido al imperialismo norteamericano a intervenir en Siria. La autoridad moral del gobierno de Obama para justificar esa intervención vale tanto como la de los terroristas a los que da respaldo para derrocar al régimen sirio. Su país ha utilizado armas químicas en Vietnam y en Faluya (Irak); su agencia de inteligencia ha practicado el secuestro y la tortura en gran escala; su gobierno preside un Estado policial que controla las comunicaciones de sus ciudadanos y las de ciudadanos de otros países; como presidente tiene la facultad (y la ha ejercido) de practicar asesinatos selectivos en su país y fuera de él, presentados como acciones antiterroristas, sin juicio alguno.
Sólo revistiéndose de la más infame hipocresía gobiernos como los de Obama, Hollande o Cameron pueden hablar de “líneas rojas” o de “intervenciones humanitarias”. Sus dichos y sus acciones son la manifestación palpable de un capitalismo cada vez más voraz y destructivo. Su deriva imperialista y militarista ha colocado a los trabajadores y las grandes masas explotadas ante el mayor desafío que les ha tocado enfrentar. Una vez más, como señaló Rosa Luxemburgo en 1915, en plena guerra imperialista: Socialismo o Barbarie es la alternativa en la que se decide el futuro de la humanidad.
Socialismo Latinoamericano      
Agosto 28, 2013